El ruido del motor de la heladera no lo deja dormir. Hace días que su mente separa ése ruido particular de la casa y lo amplifica dentro de su cabeza, como si fuera una caja de resonancia. Da vueltas en la cama sin saber qué posición es la más cómoda. Está incómodo. Hace rato está incómodo. Se rinde y se levanta finalmente, sin saber bien qué hacer.
Va al baño y se mira en el espejo. A veces descree de la edad que tiene. Siempre le parecieron más años de los que pasaron, y las noches en las que no duerme esa sensación crece hasta hacerse un monstruo. Se lava la cara varias veces, como intentando reaccionar, sin saber bien de qué tiene que reaccionar.
Se sienta en sillón, prende el televisor. Hace zapping como buscando una respuesta que no va a llegar. "Del televisor nunca llegan respuestas, y menos a ésta hora", piensa. Lo apaga.
Da vueltas varias veces por la casa, como buscando algo. "El sueño estoy buscando, pero no sé dónde quedó". Se mira las manos, los nudillos marcados. El tiempo pasa rápido para él, aunque intente pensar lo contrario. Se concentra otra vez en el ruido del motor de la heladera. "Algo debe estar fallando". Ya no sabe si la heladera o él, pero algo está fallando.
Se queda mirando las fotos viejas que tiene en el living. El tiempo pasa rápido para él, aunque intente pensar lo contrario. Tiene una foto de su viaje de egresados. Se da cuenta que la única persona a la que cree haber conocido, ya no está más. Aparta la vista rápido, había quedado consigo mismo que eso quedó atrás. "Hay que seguir, no nos queda otra", le había dicho su viejo cuando no encontraba una respuesta.
Mira las paredes ahora. Descascaradas y con manchas de humedad. Una casa que antes fué familiar, hoy es solitaria. Se descascaró el vínculo y se cayeron varios pedazos, pero nadie quiso remodelar.
Lo único que no cambió en el tiempo, se da cuenta, es ésa heladera Whirpool y ése ruido infernal que suena a vacío.
13 de marzo de 2016
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Muy bueno. Triste y hermoso.
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